Capítulo 2 .
Jones Bernabew (Pronunciese Yons Bernabiu)
Regamos para la correcta lectura de este capitulo la escucha del tema:
Donde están las gafas de Mike de Quique González
Jones no pasaba desapercibido aunque quisiera. Su sempiterno sombrero de fieltro gris y sus Rayban oscuras decían mucho de como era. Introvertido y a la vez provocador. Inteligente y a la vez inocente. Joven y a la vez tan veterano. Formal y a la vez gamberro. Era toda una personalidad. Lamentablemente debió cambiar su nombre por problemas con las autoridades locales con las que anteriormente había colaborado. Tuvo que resguardarse tras un programa de protección de testigos que le obligó a cambiar de país, de familia y de personalidad lo cual le había venido al pelo para empezar una nueva vida en la ciudad más caótica del mundo. Tras numerosos problemas en el viaje de entrada a los Estados Unidos con las autoridades aduaneras, no le quedó más remedio que cambiar nuevamente de personalidad antes de hacerse a la nueva que le habían puesto en España. Durante 7 horas, en su pasaporte se pudo leer el nombre de Joaquín Duarte, de nacionalidad mexicana. Esto levantó sospecha en uno de los aduaneros que sospechó que podría pertenecer a algún cartel colombiano. Avispado, el susodicho agente procedió al preceptivo registro y al correspondiente tacto rectal. Al no encontrar nada de lo que buscaba profundizó más en sus investigaciones. El resultado no se hizo esperar. El desgarro fue de tal magnitud que el ingreso en el hospital fue inevitable. Una vez allí (debidamente escoltado) se pudo comprobar que el administrativo español que gestionó su nueva personalidad debía saber mucho de ordenadores pero sabía poco de comunicaciones internacionales. El resultado fue un conflicto diplomático entre ambos países que acabó con el presidente con nombre de oficio pidiendo disculpas a Don Jorge Caminante Arbusto mientras este mantenía una conversación telefónica con un tal Ansar. Afortunadamente para Jones el administrativo también se equivocó en los números correspondientes a la cuenta corriente poniéndole un par de ceros de más. Resultado: El presidente tuvo serios problemas para justificar los presupuestos de ese año, el administrativo terminó teniendo un importante cargo en la administración de Hacienda con tal de tener la boquita cerrada y Jones se encontró con un agujero un poquito más grande de lo normal y una cuenta corriente que se correspondía con el tamaño del anteriormente comentado agujero. O lo que es lo mismo; enorme.
-¿Porqué no querías que trajera yo el coche?.- Le preguntó Jones a Reimon mientras este le servía una ginebra de extraño nombre con tónica.
-Yo no me monto en el coche de cualquiera y mucho menos en los vuestros.
-Joder, pues bien que nos los pides cuando tienes alguna cita.
-Claro. La niñas prefieren plantar su chochito en un deportivo con asientos de cuero que en un coche de verdad. Tu también me has pedido el Lagonda cuando has tenido que llevar a varias de tus nenas de una vez.
-Ya sabes que me da no se qué meter a alguna en el maletero del Dodge. No caben enteras y las tengo que llevar con las tetas por fuera del portón. Además me llenan las paredes del maletero de carmín.
-Pues te coges el Cadillac.
-Y un huevo de pato. Y no me nombres el Cadillac que sabes que para pronunciar ese nombre te tienes que poner la mano en el pecho.
A su alucinante Dodge Viper, Jones unía en su garage un Corvette Sting Ray, un Porsche Boxster y un De Lorean. Pero su Cadillac era una pieza de colección que rara vez movía de su puesto privilegiado de un parking que destilaba limpieza y orden. Sus coches indicaban su forma de vida. Mientras estaba tranquilo se parecía a su maravilloso Cadillac. Pero en ocasiones, se transformaba en un Viper y vivía su vida con el acelerador a fondo.
Esa noche no era demasiado especial para él, como demostraba su vestimenta. A su sombrero y sus gafas había que unir una americana de pana marrón, unos vaqueros de cintura baja y una camiseta en la que se podía leer una frase en la que ponía “El bulto de abajo no es un trabuco”, frase que en Nueva York no significaba absolutamente nada. Nadie sabe lo que es un trabuco. Los pies iban perfectamente cubiertos con unas deportivas negras que pasaban desapercibidas en el conjunto vestimentil.
Jones vivía junto al puente de Brooklin. Su loft era la envidia de sus vecinos que, en algún ataque de ira habían terminado llamando a la policía para que le tocase un poco la moral, alegando que hacía demasiado ruido. Su ático tenía vistas a toda la bahía de Brooklin y a lo que debieron ser en su momento las Torres Gemelas. Lo que más le gustaba era que le permitía apreciar buena parte de los tejados del famoso barrio neoyorquino mientras cenaba con alguna de sus conquistas en la terraza. Aliñaba la velada con (precisamente) unas románticas velas y una deliciosa comida hecha por él mismo. Y terminaba triunfando. Decorado con sumo gusto, había tenido la habilidad de encargarle la tarea a un decorador profesional. El tipo, un gay de Queens le había hecho la reforma por un módico favor en forma de número telefónico de un amigo que era del interés del susodicho decorador. El amigo nunca supo del favor aunque le había pedido el número de teléfono a Jones para cuando tuviera que decorar su apartamento.
Su cuenta corriente se había visto reforzada gracias a su habilidad para los negocios. La mayor empresa de mediación social de Nueva York era suya. El término mediación social no era demasiado bien entendido en los USA y en alguna ocasión la policía llamó a su puerta para pedirle que colaborara en la resolución de algún intento de suicidio y que terminó con desagradables resultados. Por lo demás sus empresas iban viento en popa y su curriculum también. Debido a su tiempo libre se podía permitir el lujo de realizar cursos y carreras a diestro y siniestro. En total, sus credenciales sumaban un total de 16 páginas en las que no cabía ningún resquicio para la improvisación. Todos los datos se correspondían con su identidad actual y en ningún lugar se daba a entender que hubiera tenido ningún problema con ninguna autoridad. Por supuesto, nunca nadie pudo demostrar nada sobre su incidente en el aeropuerto.
-¿Y se puede saber la causa de quedar un viernes en lugar del miércoles?
-Por lo visto hay camarera nueva – respondió Reimon.
-¿Ha habido casting?.
-Pues conociendo a nuestro amigo, seguro que si.
-Bieeen...- argumentó Jones con mirada picarona.
-¿Va a haber algún día que me dejes alguna para mí? - preguntó Reimon frunciendo el ceño mientras intentaba en un alarde de mala maña abrir una botella más de Cardhú.
-Esfuérzate un poquito. Si no te lanzas yo no tengo la culpa.
-Pero si es que no me das tiempo. El primer día ya te la has llevado a la cama. Déjame un par de días y verás como cae alguna.
-Lo siento pero no entra dentro de mis planes perder más de un día pudiendo conseguir mis objetivos en menos tiempo. El tiempo es oro. Y las chavalas no esperan. Además, siempre llegas el último. ¿No pretenderás que te demos el trabajo hecho?
-Ni lo pretendo ni lo necesito. Lo que pasa es que yo tengo mucha más sensibilidad que vosotros y necesito conocer a la gente.
-No, si yo las termino conociendo a todas. Hasta el último centímetro.
Jones se asomó a la terraza con su gin-tonic en la mano. Apreció el sabor del mismo y la brillantez de la noche de N.Y. Se giró y preguntó.
-¿Qué coño hacemos tres tipos como nosotros en una ciudad como está?
-Pecar.
-¿Y porque no lo hemos podido hacer en cualquier otra ciudad?
-Porque en cualquier otra ciudad nos habrían pillado y seríamos pecadores.
-Amen, hermano – concluyó Jones.
-Por cierto, esta noche, ¿conduces tu o nos quedamos a dormir en el bar como siempre?
-Me pido la mesa de billar.
-Tu al almacén con la camarera nueva.
-¿Lo ves?. Si ya vas rendido no tienes nada que hacer...
Los dos rieron a carcajadas mientras salían por la puerta en dirección al garaje. Al les esperaba.
2 comentarios:
'Qué buena descripción de Yons Bernabiu! Sí señor.
Ahora... he de suponer que viene un tal Al...
Saludo a TODOS
muy buena a ver ese al que estaba esperando a reimon y a yons. Un saludo a tod@s.
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